Francisco de Salinas
(Burgos, España, 1 de marzo de
1513 - Salamanca, España, 13 de
enero de 1590)
1513 - Salamanca, España, 13 de
enero de 1590)
Natural de Burgos. Ciego desde la edad de diez años, humanista, erudito,
matemático, y el más grande profesor de su siglo en la teoría y práctica de
la Música. Murió en 1590.
apreciándose la Catedral de Santa María
Estudió humanidades, canto y órgano en la Universidad de Salamanca, donde fue maestro de Artes entre 1569 y 1587
Vivió en Roma durante 23 años, donde se convirtió en abad del monasterio de San Pancracio en el Reino de Nápoles. En la Corte de Nápoles trabó amistad con su colega toledano Diego Ortiz, Maestro de Capilla de la misma. También trabó amistad allí con Orlando di Lasso y Tomás Luis de Victoria.
Regresó a España en 1561. Sirvió como organista al Duque de Alba y consiguió cátedra en la Universidad de Salamanca, donde conoció a Fray Luis de León, también catedrático de esta institución. De la admiración de este por aquel, queda constancia en la Oda a Salinas, escrita en 1577.
Publicó «De Musica libri septem», escrito en latín, en Salamanca, en 1577, en la que discute y analiza distintos temperamentos (afinaciones) musicales, el más destacado, el temperamento igual, que siglos más tarde acabaría imponiéndose como único temperamento al uso, aunque él solo lo aceptaba para los instrumentos con trastes, y lo rechazaba en los de tecla.
Las teorías de Salinas fueron estudiadas y apreciadas por, entre otros, el compositor holandés Quirinus van Blankenburg (1654-1739), el médico y físico alemán Helmholtz (1821-1894) y muchos compositores microtonales del siglo XX.
De este maestro dijo el sacerdote, escritor y músico español del Siglo de Oro, Vicente Espinel (1550-1624), que era «el más docto varón en música especulativa que ha conocido la antigüedad». No se conserva ni una sola de sus partituras
Oda a Salinas (Oda III de Fray Luis de León)
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- A Francisco Salinas
Catedrático de Música de la Universidad de Salamanca
- A Francisco Salinas
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El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada,
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.
Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce,
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca, engañadora.
Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
de no perecedera
música, que es la fuente y la primera.
Ve cómo el gran maestro,
aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado,
con que este eterno templo es sustentado.
Y como está compuesta
de números concordes, luego envía
consonante respuesta;
y entrambas a porfía
se mezcla una dulcísima armonía.
Aquí la alma navega
por un mar de dulzura, y finalmente
en él ansí se anega
que ningún accidente
estraño y peregrino oye o siente.
¡Oh, desmayo dichoso!
¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido!
¡Durase en tu reposo,
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
A este bien os llamo,
gloria del apolíneo sacro coro,
amigos a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo visible es triste lloro.
¡Oh, suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás adormecidos!
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos
quedando a lo demás adormecidos!
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- Fray Luis de León
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